Ciudad de los blancos ejércitos de la luz,
el aire en ti es fleco de un respirar sin dinteles.
Como ventana que se abre al sol y a la bruma
hay en tu faz un túnel de resplandor y de sombras
que atraviesa la espina dorsal de un cuerpo sin pasado ni memoria.
Todo en ti desprende un frenesí de alas que izan la piel de los cristales
hasta el foso gris de los cúmulos donde los ángeles de la lluvia
derraman su agua bendecida por la furia ancestral de los vientos ártabros.
Hay en tu cintura barcos con nombres de sirena
que parten hacia la raya azul de un mar sin islas en su vientre.
Barcos de color ambiguo como ambigua es la esperanza del regreso
cuando se encabrita el músculo vivo de sus olas y no existe una caricia
que calme el agitado semen de sus crestas.
Yo te vi vestida de sal con tus altos pechos en penumbra,
te vi rumorosa y ágil como un crótalo de música y algas,
como un desfile en nupcias bajo la sonrisa amable de los pájaros
que sobrevuelan tu diadema de coral.
Te vi en la noche con las luciérnagas heridas por tu fulgor de bocana
iluminando la negrura del dormido mar, la pátina lisa de un oleaje yacente.
En el haz áureo de tu faro están mis pasos
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas.
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