El rostro que lloró por la permanencia de una imagen
en la lisura inmóvil de su tez.
Y el candil de plata desdoblándose en lámina
para que así los perfiles de un cuerpo encuentren
su lado sin la metamorfosis puntual
que la caricia de los relojes
deja en la piel.
Están allí el colibrí del tiempo y el azul de tus ojos,
la voz antigua que en mi boca es un trino de palabras jóvenes,
el enjuto mirar que solo ve un aura de sueños donde el pasado
escribió con letra de buril una historia imborrable.
Prosigue en él la escenografía de un confín humano perfectamente impreso
en sus contornos como un petroglifo lo está en la noche vívida de un ayer
que palpita luz y ecos de fulgor.
Dentro de ti todo se parece a mí, cuando ya no soy yo.
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