Este viento de filos blancos hiere las mejillas con su canción de escarcha.
En el rombo de la terraza tu sed y la mía son de distinto matiz,
tu boca elige la espesura de un café, mi boca aprieta el cristal
húmedo donde la carne muerde la flor intacta de un wiski.
¿Dónde están las gaviotas del silencio, su pico curvo sellado con lacra de sal?
De tu rostro surgen los maquillajes del capricho
porque eres de luna y de sol según la cabellera de la luz
cambie su candil de lugar.
Por tu piel de invierno no pasan las horas cálidas
de un verano que voló hacia el sur del olvido.
En ti llueve, y yo no sé por qué en ti llueve.
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