Un mirlo nació de ti
que te escapas
con el silencio de los pájaros en la boca.
Tu seno blanco de carne en flor
refulge como nieve al sol primerizo de una mañana
que llega con collares de niebla y frío de témpano en las alas.
Y cae la sonrisa de los árboles
igual que el fruto del desamor
cae de los labios rojos de una sed agotada.
Sin tu voz adolescente todo es memoria de jardines
bajo las pérgolas del ensueño.
Te gustaba el mar, su honda tristeza de agua salina
agitándose en rizos de coral y espumeante luz.
Yo prefería el misterio del bosque entre las ninfas
que elegían tu rostro para venir a mí
como el deseo viene a la fuente
de la que emana el trébol de la lujuria.
Y si me cruzo contigo soy la sombra que se esconde en las esquinas,
y si es el eco del pasado lo que escuchas
ya no hallarás en tu jardín vacío
mi voz para nombrarte,
amada mía.
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