Ha llegado hasta mí una
lluvia de manantial.
Ha llegado el frío con sus
agujas de hambre y yo,
indócil, me uno al viento ártico, al furor de los desagües...
Y en el espacio, y en las
horas de rumores y ramas caídas,
en el ulular agónico de los
pájaros, en la curva y en el refugio de un balcón,
en la ráfaga cósmica que agita la alameda, en los paraguas contraídos
por la furia del aire, junto
a la estatua de ojos tristes y verdina en la piel,
sin ver la sombra de los
soportales ni sentir el hueso del agua
romperse en mi rostro, sin el
compás de tu paso siguiéndome,
sin el rubor en mi mejilla
mojada, tan vacías las calles de sol y de azul,
recibo el sudor líquido que
se vuelca y bendice el sucio eclipse
que va dejando mi ansia de
estío, mi claridad perdida,
mi memoria que un día fue
todo luz de infancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario