Me agreden
las luces, el viento, el color,
la canción
inevitable de las horas.
También la
palabra.
El mundo
despiezado se une al azar
como un rompecabezas
hostil,
como
granizo que cae sobre la luna de mi espalda,
como arroyo
que ha crecido desde la semilla de su infancia.
Pero es la
palabra quien desordena el jazmín de las preguntas
y el sol de
las respuestas, la palabra quien evoca un tiempo de retales,
el tiempo
de la memoria selectiva, la que propone un futuro
que no se
cumplirá, la que en el presente se dispersa
igual que
un rebaño sin pastor o un árbol en su enramada.
Unir lo
invisible, pensar lo probable, querer un destino
son los
peones que moveré sobre el tablero de los días.
Contra mí
juega la realidad y yo sé que nunca pierde.
Y, sin
embargo, soy feliz aceptando el desafío.
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