Los ángeles
me dictan su razón de ansia azul.
Y siento el
perfume de la idea que en mis pulmones crece
como un
aire de frágil esperanza.
Debajo de
mis párpados se ordena el mundo,
las flores
matizan la luz con el color y la savia fecundándola,
países que
veré con mis ojos núbiles, el sustento del alma
y de la
carne reluce en la piel amiga, en la sed de mis hijos,
en la
orilla del hogar con su calidez de algodón alegre.
Vísteme con
el delirio y los fantasmas que me besan,
con el manto
tibio del silencio, con tu voz de padre
que es como
un fruto de paz, cálido, nunca estéril.
Mis anhelos
viajan conmigo, a veces se convierten en realidad
y otras en
río que se aleja.
Entretanto
los acojo, los acaricio, les hablo para que pongan una llama
en mi
corazón que de calor a la incógnita de los días futuros.
Soñar se
parece a un pájaro que, eternamente, vuela.
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