Hoy la plaza vive en el
resplandor, bruma en el ojo de la noche,
manto de escarcha que cae
como un beso líquido, beso de iceberg
azul, labios de niebla en las
esquinas, silencio de amapolas casi blancas,
casi frenesí de carámbano en
los jardines traslucidos, casi marea
inmóvil donde patina el rostro
del invierno; y yo con mi anorak
sin identidad ni raíz, mis
jeans prestados, mis botas de piel ajada,
mis guantes de niño pobre, voy
hacia tu música de sol y fragua,
hacia tus hombros de palmera
feliz, hacia tu vientre cálido de tizón
rosa donde el abrigo es de
carne y el frío es un alud de aire tibio,
un arrullo de voz trémula,
una sed que se ha vuelto ráfaga de paz
sobre el temblor de mis poros
que, al fin, se entregan a ti.
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