lunes, 26 de diciembre de 2022

Un solo de Stan Getz en "El Gallo de oro"

 

Llego con la luz de fuera, luz de fachada y torre,
luz redonda como farol de esquina, como candil
en nube, como pináculo en llamas. Cruzar el dintel
de la umbría, en álgebra de sombra y espejos lívidos,
en cuadratura de nombres que hablan con voz de pájaro,
música que se enhebra y teje el sentido, sin la memoria
de la luz, sin el aire luminoso de una confesión, la palabra
en un círculo de conceptos húmedos cruzándose como esporas,
el bar como una letanía de abril, con flores de azafrán en los labios
y tubos de cristal en las manos, con la ceremonia de los hielos,
quebrándose. Los posos al trasluz son hematomas del agua,
islas del ártico en el corazón de la ginebra, espejos midiendo
el calor de la noche. Te cita Stan Getz al templar, levemente, su saxo,
y es el sonido lento y triste de un solo, tu voz lejana, rítmica, muda.

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