Las aves del regreso callan bajo tus axilas.
El tren recorre mis miedos que son infinitos,
el tren es tu sombra sin equipaje, el tren tiene voz,
es la voz del sueño en mis omoplatos de abedul,
en mis largas piernas inmóviles. Al sur del jardín
hay estatuas de cartón, crecen hombres sin labios,
los diálogos nunca salen a la luz, nadie habla conmigo,
soy un anacoreta dentro de un cristal opaco.
Ven a mi casa donde relumbran los ojos de la luz,
ven al silencio de un mar oculto en un espejo,
ven al hollín que cae de mis pestañas como lágrimas
que tiznan la lluvia triste. A menudo las visiones
se alejan de mí, hacia la noche eterna del olvido.
Prefiero tu carne, tu alba carne, copulándome.
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