No me siento perdedor.
He luchado contra los avatares de la vida,
nunca arrojé la toalla,
aunque acechara la eterna noche
como un tigre sangriento.
Volví, siempre, a la sed de la infancia,
a la claridad del hogar,
a ti que aún velas mis silencios
como un ángel de amor.
La derrota es un código que niego
al despertar cada día
cuando la luz dibuja en mi piel
un árbol de esperanza.
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