Mi cuerpo pide alas y un grito blanco.
Tu ciudad brotó del silencio,
en las horas en que la quimera tiene rostro de mujer
y los espejos anuncian la bruma que el azar no levanta.
Bajo los árboles del parque los suspiros huelen a sal,
yo te vi dibujando una rayuela sobre la grava,
de rodillas, como si los números fueran un designio,
y la disposición de los cuadros un horóscopo ambiguo.
Me empujan los relojes a vivir la vida dos veces,
la real no encuentra su sombra,
en la imaginada la sombra es multicolor
como un arco iris inefable,
debajo de su cúpula juegan los minutos compartidos,
los diálogos de oro, las risas con un sol en los labios,
el abrazo simple de dos corazones
sin patria.
Te presentí en el amanecer de los museos,
en los jardines de extrarradio,
en el teatro del mundo y en el teatro de los cómicos,
en la película donde a la protagonista
la llamaban por un apodo
que, sin querer, olvidaste.
Tu ciudad de gas y semáforos ciegos,
tu ciudad negra como aliento de carbón,
tu ciudad que muere en las cloacas
no es la mía,
porque ya no te alza,
invencible,
para que seas el títere de la luz
que resucita en mis ojos
con su cola de cometa inflamada,
cegándome.
Tu ciudad brotó del silencio,
en las horas en que la quimera tiene rostro de mujer
y los espejos anuncian la bruma que el azar no levanta.
Bajo los árboles del parque los suspiros huelen a sal,
yo te vi dibujando una rayuela sobre la grava,
de rodillas, como si los números fueran un designio,
y la disposición de los cuadros un horóscopo ambiguo.
Me empujan los relojes a vivir la vida dos veces,
la real no encuentra su sombra,
en la imaginada la sombra es multicolor
como un arco iris inefable,
debajo de su cúpula juegan los minutos compartidos,
los diálogos de oro, las risas con un sol en los labios,
el abrazo simple de dos corazones
sin patria.
Te presentí en el amanecer de los museos,
en los jardines de extrarradio,
en el teatro del mundo y en el teatro de los cómicos,
en la película donde a la protagonista
la llamaban por un apodo
que, sin querer, olvidaste.
Tu ciudad de gas y semáforos ciegos,
tu ciudad negra como aliento de carbón,
tu ciudad que muere en las cloacas
no es la mía,
porque ya no te alza,
invencible,
para que seas el títere de la luz
que resucita en mis ojos
con su cola de cometa inflamada,
cegándome.
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