Soy yo y es la memoria de la luz.
La claridad de un paraíso que vive en mis sueños,
el misterio del albor que se posa sobre tu piel nocturna,
la luminosidad ardiente de agosto
en la parra de los merenderos,
el eclipse que no ciega el canto de la luna,
el círculo del sol caído en los labios del arrabal,
en la geografía quebrada de las cumbres,
en el párpado de un océano sin fondo.
Y el despertar de los rayos junto a mi almohada,
el mediodía y su resplandor de oro enfebrecido,
la luz de tu nombre que ilumina mi voz al pensarte,
el cristal que refleja el nimbo de una sombra cálida,
el halo estéril de un espejo que proclama tu ausencia.
Soy yo y es el arpegio de la luz,
el trino de la vida,
el color elevándose
como una nube
que lloviera
en la soledad de mis ojos.
La claridad de un paraíso que vive en mis sueños,
el misterio del albor que se posa sobre tu piel nocturna,
la luminosidad ardiente de agosto
en la parra de los merenderos,
el eclipse que no ciega el canto de la luna,
el círculo del sol caído en los labios del arrabal,
en la geografía quebrada de las cumbres,
en el párpado de un océano sin fondo.
Y el despertar de los rayos junto a mi almohada,
el mediodía y su resplandor de oro enfebrecido,
la luz de tu nombre que ilumina mi voz al pensarte,
el cristal que refleja el nimbo de una sombra cálida,
el halo estéril de un espejo que proclama tu ausencia.
Soy yo y es el arpegio de la luz,
el trino de la vida,
el color elevándose
como una nube
que lloviera
en la soledad de mis ojos.
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