Todo se muestra
diáfano, la luz amante acaricia la fe de los niños,
florece en las
espigas, rompe en alud sobre las olas,
viste de
oro los lugares perdidos, la soledad de los campos,
la umbría
de las urbes, las montañas donde el águila reina,
los
prostíbulos al amanecer cuando dora el impudor,
el ansia, los
gemidos de la luna, los cuerpos exhaustos.
Y yo, hijo
del juego: un balón, mi colección de cromos inacabada,
las canicas
de cristal en los bolsillos, el sabor del plátano
y el
merengue en la boca, aquel cuaderno donde escribí
el nombre
de Julia, las clases de mi querida maestra
enseñándome
a leer, a sumar y multiplicar, a vivir.
Qué lejos
ahora la algarabía, las risas, los abrazos, la aventura.
Era la edad
de la inocencia, blanca como un cisne, alegre
como una
flor que brota al sol en el jardín del tiempo.
¿Y tú, aún
la recuerdas?
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