Cómo planeas a mi alrededor, sin alas,
el lino del canesú grácil, los pechos voraces
que el aire azuza en la invisibilidad, los oráculos
que tiznan el iris, tu iris que no mira, espejo de cavernas,
aro en la pupila que es un hechizo, color, qué color,
pues se desnuda en transparencia, líquido el azul,
satén de damasco en verde dulce, honda hojarasca
de un ocre otoñal. Y sigues, atónita, sobre mis hombros,
los rizos del pelo en penumbra, también color, color ave
del paraíso, color mar en el brillante tornasol del espejo,
frialdad de los labios que besan un rayo, un pájaro mudo,
tu lejanía sin coloquio, encumbrada sobre un ardid
o una imagen celestial, prímula de ojos aleves,
ciego colibrí que aletea incansable en la lentitud de mi sombra.
Hada de la claridad, centella de la luz que existes
en un nimbo algodonoso, estatura o altar, mármol
que levita y no es tiempo, susurro que ayer fue música,
ángeles que arrojan tu cíngulo a mi hoguera,
damasquino en el albor de este sueño aún soñado.
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