domingo, 16 de agosto de 2020

Mi casa y el cielo

El ventanal y su cálida luz,
los pomos de las puertas por venir,
los lunares en los pasillos que parpadean
al verme.

Tú estás en la isla de la tarde,
la música dibuja el caleidoscopio de los tigres,
los espejos son el mar líquido de una plata vencida.

En los cuadros, rostros del sur
o paisajes como dentelladas lúgubres
sin la sangre de los cometas
ni el aceite del ensueño.

Virgen tú en el horóscopo que adivina un crisol,
tan sutil, telaraña en los oídos de un hemisferio incólume.

Y viene el lobo de la noche,
agita el viento la comisura del cristal,
los árboles claman como reos la gloria de su raíz,
el universo del verdor entre los pliegues de la luna.

No calles si el humo es una densa capa de misterio,
el misterio tizna los ojos, tus ojos sin maldad
que pinté en la pared que ha volado
como nimbo de abril.

Ah! de mi voz en los miércoles de la niñez,
ah! del festín y el óxido,
ah! de la antesala que me anuncia los soliloquios
y la vejez de los pájaros lisiados.

Se confunde el tiempo con el aullar en los relojes,
te confundes tú si añoras la ceniza que deja un rayo
tras el estrépito de la luz,
su perfección sin regreso,
su espiga breve
en el azul de la memoria.






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