jueves, 20 de agosto de 2020

Fluyen por mis venas los años caídos

Aquí, en mis venas, hay un mundo legendario.

Vuelan hojas de otoño,
espectros sin casa,
diálogos oscuros como tinta imberbe.

La kermés exhibe lirios blancos,
lentejuelas de alambre,
voces sin nombre,
etéreas lunas,
el eco de los tranvías en raíles de agua.

Y la verdad con sus vestidos rojos,
dolorosa como la hoz que quiebra la espiga,
un crespón de alas y un rumor de fuentes
en mis oídos de cristal.

Digo, dirás, que en las venas una procesión de coros no existe,
digo, dirás, que la morada dibujó rosas en el delirio
como si el porvenir fuera el último abril
que aún no ha brotado.

Celebremos la tintura que engalana los eclipses de la luz
porque no quiero recordar a la hembra de ojos blancos
ni a la cariátide sin el friso a mi espalda.

Pero fluye el tiempo con la languidez abstracta de la inexistencia,
estandartes y lábaros, mulas sin horóscopo, tigres de mar,
ángeles que lloran en los suburbios de la noche.

¿Cuál es el destino de esta fila púrpura?
ya no tengo corazón ni mi rostro luce una piel de plástico,
ya la mueca es algo más que alegría
y en los tobillos mueren los deseos
como ratas desnutridas.

Aclamemos al reloj, príncipe de las horas,
dejemos que se masturbe el oráculo de los días,
que sea el resplandor del mañana la doctrina que heredas.

Que llegue al confín esta cohorte que es mi vida,
mi vida que boquea entre las nubes,
mi vida roja espora de un liquen tan inútil como mi voz,
cuando me vuelvo hacia atrás, y no sé qué decirle al vacío.





















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