jueves, 13 de agosto de 2020
Afrodita y el mar
El titán obsceno arroja su deidad sobre la espuma.
Nace el nácar y la carne,
la seducción pálida entre las olas.
Ya mujer, hembra de arrobo,
imagen núbil bajo la circuncisión de la vida
ejerces de tutora, el niño y su carcaj,
la misión es de la espada
que obtura con su resplandor la figura del espejo.
Lanza, dices, tu saeta de sangre
y que la fealdad sea un desnudo triste en su boca.
Al querubín le fascinan los senos blancos,
el pacto es la oscuridad y el misterio,
Psique quiere un nombre y un cuerpo.
Afrodita, tu lupanar todavía no existe,
la beldad es un monstruo múltiple,
aún no has entendido que el sol entrega sus rayos sin pudor,
hacia la lluvia, hacia el hálito de la novicia.
Tres pruebas blancas. El grano esparcido,
el rebaño y su oro, la furia de Perséfone
en la intimidad de los infiernos. Psique,
pensamiento, alma y bondad,
ahí en tu amor la fruta madura cae y el carozo eres tú,
apenas canto.
Compiten contigo las anémonas,
también la última posesión del árbol.
La mirra fue mujer de óvulos rosas,
impulso de naturaleza atroz,
árbol del castigo del que nació la paloma alba.
Adonis es un niño alegre, compite con un escudo de hojas
en la cicatriz del bosque. La muerte es azul,
tú lo sabes, ni Perséfone, vieja amiga
te salvará de los demonios del desamor y la locura.
Qué regalo la forja en la intimidad del fuego,
hombre sin perfil, hombre de curvas rectilíneas
al que te entregaron, sulfuro y quejido de parcas en su lloro.
Pero surge el casco alado y la victoria,
los músculos y la omnisciencia de un dios furtivo
-la guerra se esconde-
con el metal altivo y curvo de los cuellos segados.
Te puede la vanidad, hembra airada,
pájaro invisible, espíritu de la luz,
memoria del deseo en los ojos perdidos.
Hay un reto de primavera,
la manzana sufre igual que una luna partida,
el reto explota y en su estallido renaces como la magia
que vence a la impresión, la incendiaria elipse del amor.
Te elige el proscrito porque le has entregado el arpegio de la gratitud,
ecos de guerra en tus axilas, Troya sucumbe
bajo el semen de Paris.
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