Ahora es piel de agua, rocío y una pátina de luz
sobre los tejados como un sombrero amarillo.
La plaza nace a la mañana
con el silencio de las palomas en los alféizares
y un eco nocturno de voces y algarabía.
Pequeña plaza con su pedestal y su fuente,
una leyenda bajo la figura del prócer,
el gorrión anida entre las hojas del árbol,
un perro bebe del caño,
su lengua húmeda es un chasquido fértil.
Y yo que soy el vigilante de tu extravío,
porque sé que transitas la plaza
como el céfiro la superficie del tiempo, indiferente.
Y yo que soy cornisa, gárgola, soportal de la espera,
desvío la mirada al cruzarnos
con la dignidad sin futuro
de un pájaro ciego.
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