No son ocho, son doce o quince.
Es como si en el reloj se hubieran parado las horas.
Produces no sabes bien para qué: un tubo de metal,
una pieza, una parte de un todo que desconoces.
Al llegar a tu casa la noche ha caído,
tu hijo duerme,
de nuevo tendrá que estar en la guardería a las seis.
Abrazas a tu mujer, cansada, rota
por el trabajo doble de limpiar afuera
y adentro.
“Este mes no podremos salir a ningún lado,
en la tienda van a tener que fiarnos”,
te dice con una lágrima en los ojos.
Y tú piensas que la vida es injusta
porque Rosario no puede comprarse el vestido que hace años necesita,
porque en la nevera apenas queda nada,
porque el recibo de la luz te crucifica,
porque querrías jugar con Daniel,
hablarle bajito, acostarlo cada noche.
Trabajas para que otros tengan un gran auto,
un chalé con piscina, un barco en el pantalán de los sueños.
A ti te toca nadar contracorriente,
sintiendo cómo el agua ya te invade los pulmones.
Triste y emotivo poema que me emocionó .
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Amapola, es triste sí y desgraciadamente real. Un beso para ti, amiga.
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