Ni tú misma sabías que eras
flor.
Lo breve es así como una
pompa infantil en la sed del aire
o el brillo de un cometa en
la comisura de tus ojos,
lo efímero quiere ser luz, relámpago
o aurora en su esplendor,
porque en el centro del
estallido hay mariposas celestes,
como tú iluminando los muros
del tiempo
con tu destello voraz de
animal salvaje,
de grito en la profundidad de
la tiniebla,
de dardo en llamas que se
dirige a mi boca adolescente,
a mi razón de matemáticas
sobrias en una ecuación sin equis,
a mi sombra que palpita ante
el fulgor innombrable
de tus lágrimas de oro.
Y volverá tu cuerpo con mil
abalorios de espuma,
sirena tú de algas azules que
quiere la sonrisa de mi mar,
el corazón prohibido de los tritones,
la voz de un argonauta
que nadie encadenó al mástil
del presente, abandonado al canto,
al susurro lascivo de las
ninfas pobladas de sal, señoras del inmenso océano
que se refleja en tu iris
como una sima invisible donde naufragan
las historias sin futuro.
Pero tú eres flor, y de ti
nació un jardín de colores inventados,
como en un pedestal te yergues y cien abejas revolotean
con el ritmo de sus alas como
crótalos de luz,
te arracimas sobre mí y yo
beso el pétalo de tus labios
hasta que, al fin, sangre mi aliento
y me duela tenerte.
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