La ciudad es un corazón que
no duerme,
palpita en mí sin horarios y
todo yo soy
venas azules que riegan la
sombra de mis pasos,
la ciudad de cintura breve y
mar omnívoro,
de espejos en las ventanas
ateridas de luz,
que deja sal en mis labios y
una secuencia
de barcos en los ojos, que se
extiende como
una playa triste sobre la
bahía en herradura,
que roba a la lluvia su
inocencia fértil de lágrima
y sol, arco iris con el que
el color atraviesa la espada
pétrea del orgulloso faro, la
ciudad del cristal virgen y el silencio,
de la espuma y el cielo gris,
la ciudad que nunca se ha ido de mí,
porque es un mapa que recorro
cada día de los días que me quedan.
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