El adiós no es necesario si
él se ha vuelto sombra.
Tiene el viajero un alma
diseminada en mil trozos,
como un puzle por construir,
visita los lugares que el azar dibuja,
recoge las teselas bajo las
rocas, los alfeizares, los puentes y las plazas.
¿es que quizá escapa del
destino, al no volver nunca su rostro?,
¿es que los pasos le llevan
al silencio de los desiertos,
a las cumbres infinitas,
hasta el delta de los ríos moribundos?
Él resiste ante la lluvia que
mordisquea su piel,
él continúa como un lobo
hambriento de luz
y ve los amaneceres, el
crepúsculo, la sonrisa de la tarde
y se para a respirar el
ensueño de la vida.
Y es que ya en su memoria de
papel no se leen palabras,
está mudo como un sortilegio,
está ausente igual que la sombra
en la faz de los espejos.
Ha cruzado continentes, mares
de salina voz,
en el epicentro de las
ciudades trata de ser la mariposa
que aún busca su jardín de
mayo, le veréis caminar
como un soldado antes de la
batalla, porque hay tensión
en sus arterias y unos ojos
vivos que derrotan a la paz.
Y ocurrirá que al final de
sus días no podrá describir lo que ha vivido,
será tanto, será tan enorme el tesoro
que le cegará su luz.
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