Aquí hubo antaño vida, tal vez nació del goteo impenitente del agua,
de la trampa del cazador, de la necesidad de que por él viaje
la guía metálica de los ascensores.
Pero yo aún silabeo el estribillo de su añoranza,
como un hogar habitado que nunca olvidó
sentirse vivo entre voces, secretos y lujuria.
Y es que sus mil formas recuerdan al perfil ambiguo de la plenitud,
vértices que se cruzan, lisa la pared que encierra el aire,
la geometría sin orden, la ausencia de una materia fiel
en sus metros cuadrados.
Como una luz gaseosa mi nombre lo habita, sin densidad, ni quilos, ni peso.
Yo hablo en el vacío, para que fluyan las palabras,
el mundo no tiene límites, azul, inmensidad,
espacio galáctico.
¿Quién podrá medir las dimensiones de este hueco
sin edad que es la vida?
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