No hay pájaros en el sur de tu nombre,
espejos en la nieve y en el cielo las espigasblancas de la virtud.
Llevo almendras en los bolsillos
como un anciano caminante que no confía en su suerte.
Y lloran por mí los teléfonos tirados al fondo de un mar
donde las palabras son de sal y las voces un sueño de sirenas.
Con tu perfil de junco buscas el agua que no brota de mi voz,
el río que es solo cauce en mis labios de piel cuarteada,
el delta infantil que te posee, atlántico.
Ni yo ni nadie podrá darte el abrazo de un ángel,
ni yo ni nadie te devolverá la luz que aún gime en la tiniebla.
Ni yo ni nadie podrá ser como tú, relámpago, espejismo,
fulgor que solo en morir halla su sentido.
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