Te hieren las sombras más que
el sol, tu mirada
huye de ti como una luz que
ya no ansía descubrirte
en los espejos, rompes lo
escrito en páginas que nunca
estuvieron en blanco, nada es
suficiente si la verdad,
como un árbol sin raíz,
tiembla ante la brisa de un mar
sin olas. El temor te viste
en las noches desveladas
cuando la infancia no ha
crecido y de adulto solo tienes
la memoria. Tu corazón de
cristal palpita como un tambor
desesperado, aunque afuera
los relojes, con su lentitud,
desmientan el pulso mentiroso
de tu tiempo, tan infeliz.
Pero hay quien te ama porque
eres así, como una gota
de rocío en el borde de un
alféizar, deslizándose hacia
un vuelo sin retorno mientras
el sol bruñe su trémula piel.
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