Hoy el ángel me lleva por los
recovecos de la casa.
Qué escondiste tú entre los
pliegues de la enagua
que ya no es rosa sino humo
de color sin tiempo,
qué escondí yo en mi caja de
latón: las canicas,
los cromos, el clavo del gua.
Dejaste de ser fotografía y
la carne creció,
artesanal, olímpica,
seductora como un jardín florido.
Y ya nunca fue lunes en tu
nombre,
ni los abecedarios
consiguieron construir
con letras una isla que se
asemejara a tu cuerpo,
y vuelan los años desde las
provincias negras
al alba del mañana, y son
como un árbol
en el que la nieve dejó el
agua del futuro
incrustada bajo la niebla de
tus ojos,
a veces ríes y no te escucha
nadie.
Me dice el ángel que tu
huella es azul,
yo no lo sé, me dice que los
espías de la luz
te han visto a solas,
introducida en ti como un sueño,
me dice que tus pecas son un
sol de invierno
que no puede dar claridad a
las nubes que te aman,
me dice que en el delta que
crece bajo tu piel
hay un sello que brilla, amor
y palabras
que son solo para ti, que se esconden
en tu interior como si nunca hubieran
conocido
otra voz que tu silencio.
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