Hoy vendrá la alegría a mí
con la forma de tu palabra.
Me dirás del frío cuando son
de cristal quebrado los espejos que ya no te ven,
saldrá el alfil de la niñez
de ti como una aguja esbelta que se mueve
y es un faro en el mar de
los sueños, habrá heridas y silencios
en una población rendida a la
sal de la aventura, y bosques
que han aprendido de la
humedad la caída exhausta
de las gotas que tiemblan,
conseguirás que mi serpentina
descarriada se enrosque en tu
vientre, como un aro que al fin
encuentra la redondez de un
dedo sin el blancor de la ausencia.
Yo a ti te diré que conocí a
los lobos de la angustia,
te contaré del verde que en
tus ojos es un pantano fatal
que me lleva al precipicio de
la luz más ignota,
hablaremos de lo no dicho en
los preámbulos del presente,
de la cruz donde los
silencios dibujan nubes pasajeras;
y yo, al fin, te confesaré
que tú eras mis alas,
sin ti no hay vuelo en la
bruma del futuro,
sin tu palabra, sin la mía
solo existe la infinita
distancia que sufren los
planetas.
Dame la alegría de estar en tu
recuerdo, y yo te describiré
todos los días en que sin ti
no he vivido.
Compartamos juntos ese mañana
que todavía nos espera.
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