Un día aparecerá como un huésped inoportuno.
Me lo dijo mi abuelo.
Después mi padre.
Es una molestia en cualquier sitio:
la espalda, la rodilla, el cuello…
Es ese dolor que llega con los años
como una visita incómoda
que ya no se irá.
Ahora soy yo el que lo sufre
y el que se lo dice a mi hijo
cuando pregunta
qué me pasa.
El cuerpo envejece y nos lo recuerda.
Es su inútil forma de reclamar más vida.
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