De joven no me identificaba con él.
Ante el espejo no reconocía como propios
esos hombros caídos, ese cabello cano,
esa piel envejecida.
Yo me cuidaría, nunca tendría esa apariencia.
Me refería a mi padre.
Ahora es mi hijo el que no se reconoce en mí.
Lo sé por cómo me mira.
Tal vez podría decirle que yo pensé lo mismo a su edad,
que nadie admite el futuro si este anticipa una derrota.
Por eso un día sabrás, hijo, cuánto te comprendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario