Dejadme íntegro el resplandor de esta ciudad que no envejece.
Es una ciudad que vive en mis párpados.
Me basta su lienzo para evocar los días inmóviles,
los instantes de luz y el brillo de la carne joven
bajo el tapiz de unas nubes de oro.
Y siempre tú, alejándote en la noche,
vestida de tren y luna.
Bajar los párpados para ver el jardín
donde brota la flor de la nostalgia.
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