Nos guía el faro, pero no desde la esquina del mar,
nos guía desde el gris de la carretera
en un viaje de bosque y azul cielo.
Y en el roquedal, tan próximo, es un tocado de mujer la cascada,
volcándose el agua en la piel negra de la laguna.
Llueven sonrisas entre atuendos multicolores,
hay un ansia de fotografías en la luz
y playas convertidas en ausencia
con su arena de maná blanquísimo
y sus olas lentas como de espuma breve y fugaz.
Al faro lo abraza la corola inmaterial de la bruma,
peregrina el sol hacia el sur donde la claridad es de oro
y los bañistas fulgen como peces de plata.
Y en el humo de los cafés vuelan las palabras
sin un ápice de raíz en su casi invisible ascenso.
En la colina ocre, el hotel, verde como una hoja de metal, descansa.
Es hermoso el alfil de la bahía,
a la granítica cabellera de la costa la mece el aire,
puliendo sus orillas, como si un peine alisara
con la reja de su vientre la curva de sus perfiles.
El verano da color a los minutos,
y ya no hay sol en mi memoria,
solo espejos que se multiplican
y una patina sutil donde se superponen
una y otra vez, las imágenes
como si soñaran no haber existido.
nos guía desde el gris de la carretera
en un viaje de bosque y azul cielo.
Y en el roquedal, tan próximo, es un tocado de mujer la cascada,
volcándose el agua en la piel negra de la laguna.
Llueven sonrisas entre atuendos multicolores,
hay un ansia de fotografías en la luz
y playas convertidas en ausencia
con su arena de maná blanquísimo
y sus olas lentas como de espuma breve y fugaz.
Al faro lo abraza la corola inmaterial de la bruma,
peregrina el sol hacia el sur donde la claridad es de oro
y los bañistas fulgen como peces de plata.
Y en el humo de los cafés vuelan las palabras
sin un ápice de raíz en su casi invisible ascenso.
En la colina ocre, el hotel, verde como una hoja de metal, descansa.
Es hermoso el alfil de la bahía,
a la granítica cabellera de la costa la mece el aire,
puliendo sus orillas, como si un peine alisara
con la reja de su vientre la curva de sus perfiles.
El verano da color a los minutos,
y ya no hay sol en mi memoria,
solo espejos que se multiplican
y una patina sutil donde se superponen
una y otra vez, las imágenes
como si soñaran no haber existido.
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