No vela mis ojos la lluvia de
la noche,
el misterio del sueño no yace
junto a mí
porque la vida real tiene
tentáculos de amargor
que izan mis párpados como grúas
sin paz ni olvido.
Arde el corazón con pulso de
amapola vencida,
vierte la luz de un farol su
río dorado de cabellos festivos
sobre la ventana dormida
igual que una lengua amante.
Hay un dolor de cruz alzada
en mis brazos desnudos
y un respirar de sombras en
los labios anuncia
el paso invisible de los
relojes.
El día que vendrá es tu
rostro que ya no me ilumina.
Tal vez la noche vele al fin
mis ojos con su canción húmeda
y el sueño llegue, y se abra en
mí
como una rosa se abre
al beso de la luz.
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