Mi imagen camina por los círculos
del silencio.
La moqueta que un día fue
malva, las molduras jónicas,
el mármol como la cáscara de
un huevo veteado,
la alfombra que cubre los
peldaños de una escalera artesonada,
sin ventanales, sin huellas del presente,
lento tejido de arañas en los
zócalos,
inmemorial labor de urdimbre
en retículas traslúcidas
que ningún aire agita.
Mis pasos sonoros de botas sin
identidad
me llevan,
me arrastran
como dos barcos ciegos, como
deriva en la cascada de un río oscuro.
Piso el azul de la noche,
abro el rostro de los armarios vacíos,
los cajones forrados con un
periódico secular,
la mesa, la silla, la alcoba
de castaño, el espejo y su cornucopia,
saludo al fantasma que pasea un nimbo sin aura
y me duermo
poco
a
poco
mientras escucho el tictac de
un reloj parado.
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