Como no queriendo manar del
seno de las nubes,
vientre de nimbos o de
cúmulos donde se forma
la molécula viva que llegará
al cristal, luz que aparta de sí
la memoria de ser luz, oscurecida
y frágil como una tímida flor,
sed de trigales, de aljibes
vacíos, de frutos sin el agua
feraz de la lluvia, en mi
ventana la redonda cúpula diluida,
la piel del cuarzo abre sus labios
de lámina clara y recibe
un río breve, como una
guedeja que morirá derramada,
igual que un suspiro húmedo, igual
que una gota
de rocío sobre el cauce de un
pedículo, lentamente,
deslizándose, hacia un sur
omnívoro que espera
una lágrima incolora bajo la faz sin sol de la mañana.
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