viernes, 11 de agosto de 2023

Un día en la playa

 

Tan próximo yo, oculto como un soldado que desde
su duna ojea el movimiento de las cosas, en la milimétrica
quietud de la arena, de nácar y grano, ondulada y esquiva,
con mi piel al sol, alba piel de confusa timidez, raída
por el tiempo, leve el respirar de un aroma a sal
y yodo, parteluz, yo, que atraviesan los músculos
y la osamenta humanos, de vieira el perfil de la playa,
gotas de agua salina al correr los niños danzantes,
las pestañas y los párpados caen como telón que imita
a la noche, escucho palabras sin labios retorcerse en el aire,
conversaciones incompletas que se entrecruzan como pájaros
en el azul del cielo; y el mar, tapiz acuoso, umbilical magma
que enfría el calor de mis poros con su lengua de aljibe,
con su memoria de barcos y nautas, con la isla tan lejana
y la costa verde, arenales como cejas amarillas, el arbolado
tupido, casas en los pechos de la ría, galeones y humildes chalupas
sobre la crin argentina de las olas; y yo, en el vientre maternal,
junto al espigón que es como nariz de sirena, nadando, flotando,
me siento molécula de océano, albatros silente, galera invencible,
espectador atlántico de un pulso inmortal, eterno, vivo, en el corazón
de un dios hostil y dulce a la vez; y la playa, madre de los sueños, bitácora
de la luz, territorio de hundida claridad, onda de infinito cuarzo; ella, mi edén.

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