martes, 15 de agosto de 2023

Nuestra casa

 

Ahora imagino secuencias de vida en las paredes,

como retazos del ayer que se repiten en el retorno del tiempo.

 

Allí el clavel sin el búcaro, la fina gasa sobre la pulida madera,

el cristal amigo abriendo su boca de luz y pájaros,

los espejos sin nadie, el fulgor amarillo de una araña

con lágrimas de vidrio, armadura de estaño su árbol luminoso,

la cálida paz de sus velas encendidas acoge el humo de mis sueños,

la memoria ritual del instante.

 

Piso el color y las formas, los dibujos y el mármol,

la piel desgastada de los muebles es al tacto jardín de horas,

lengua de agujas que un reloj agita con la parsimonia invisible del silencio.

 

Me busco en las palabras que dije, pero ya no hay eco,

ni otra voz que derrame su luz como una mano que se posara

en el diálogo infantil de dos niños que se quieren.

 

Madre de sonrisa impar, qué eclipse cubrió de sombra

el lucero del día, padre que desde tu pedestal sonríes,

qué astucia de vástagos te dejo vacío con tu arcón de leyes

y tu homilía de media noche.

 

La casa se viste de luna si me asomo a la corola de su vientre,

porque la casa es una flor inmortal, de perfume ambiguo,

de pétalos carnosos y tallo firme, la casa es un corazón

que late en muchos corazones, retumba en mí su ensueño de mariposas.

 

La casa soy yo si la nombro, la casa eres tú si te nombro,

juntos somos una única casa que no alimenta la sed de mi olvido.

 

 

 

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