miércoles, 9 de agosto de 2023

Una ciudad del norte

 

Abraza el hilo azul de la ría el corazón de los mosaicos,
raíles de óxido inmortal y una serenidad de barcos rumorosos
llena de sombra los parques que no añoran los inviernos.

Estatuas dormidas y lirios blancos,
el rigor antiguo de las calles es un rocío sin pétalos,
serenísima quietud de gentes que no callan,
vocablos que levitan como el humo
y no dejan elegir a las mariposas en cuál balaustrada morir.

La fe de las terrazas con su aluminio de orillas y ribetes fríos,
con la cicatriz del viento en las higueras,
con el cuadrángulo de los nombres, oratorio en las placas de metal,
nombres desconocidos como de poetas oscuros,
y una llanura de hojas y césped, y un sol alegre,
y las palomas creciendo igual que mapamundis viajeros
y la cruz y los vasos cuyos posos no tienen alba.

Veo palabras iluminarse bajo el brillo del cantábrico mar,
¡Ah! qué orgullo de fábricas como lápices de amor,
y un atómico colmado, edificios de líneas suaves,
blancas y amarillas, y un resol entre los mástiles,
lágrimas de cal y una exposición que llora porque la luz no respeta su duelo.

Y hay sonrisas en los hombres que caminan ágilmente hacia el faro,
soliloquio de un puerto sin azul, máscaras de la edad,
los rótulos cuyas telarañas descienden hacia la sal
y el humo de las chimeneas que alzan su voz de dióxido y azufre,
su mortal candidez de energía voluble mientras la plata del cielo se mistura
y los ángeles se visten de gris y los jardines vagan
entre la nueva forma de los espejos que duplican el perfil de los comercios,
soportales de lluvia noble, vino y platos en las mesas de abedul,
rosas en los ojos de un camarero imberbe.

Las plazas con árboles que amaron el románico de las iglesias, y un mercado,
como todos los mercados, rojez de la carne, peces en su lámina de hielo,
fruta arracimada, legumbres, hortalizas, embutidos
y un estrecho mármol donde los vasos con líquido espumoso
se solazan igual que flores de mediodía, lo mismo que desnudos seres
antes de la ventisca.

Y ya no existen ni raídos muros ni sucios cromosomas de la vejez,
todo se resume en vestir de nuevo a la raíz
con su abril de aire fértil en las cornisas
y su amable pulcritud de relojes que invitan al ocio
y a la felicidad sin memoria.

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