Nunca será sombra el pasado.
Arden las ascuas del tiempo
ido
y son tardes de patio de
colegio,
versos ocultos en mi cuaderno
azul,
la ciudad de piedra y lluvia como
una mujer enamorada,
los libros entreabiertos bajo
una luz amarilla de flexo barato.
La aventura del amor en
hoteles de extrarradio,
el hijo que heredará el sello
de nuestros apellidos,
la nube de la palabra rociando
el desdén de mis alumnos,
el cansancio gris de nadar en
un río inagotable,
la ilusión y la derrota como
flores de una misma planta.
Las ascuas arden sin el
oxígeno de la realidad.
Toda la luz se agolpa bajo
los párpados de la memoria,
el presente lo sabe, y a
menudo, calla.
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