Yo llevaba la lluvia en tu nombre, el sol
y sus llanuras de luz, los frutos como islas
en el corazón de la piedra, la mar ceniza
o gris de espejo, o nube con olas de platino.
Y la calima con su miasma de perlas, la flor
silvestre y el vuelo nómada de las aves canoras,
el opúsculo en unos labios de cal, la mandrágora
imberbe sobre el azúcar, los himnos del sur con su
piel
oscura de lenguas sin voz, la fronda y el desliz de tus
ojos azules. Mis recuerdos confunden otoños y veranos,
rocío en junio, playas de septiembre con su luz
inhóspita,
un abril sin palmeras, tu soliloquio en un avión de
alas rojizas.
Y la vuelta a mí, sin estaciones ni branquias del
azar,
hasta mi centro, que siempre ha sido el mismo.
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