Fui Sandokán y conocí al tigre en las selvas de Malasia.
El Shogun me ungió, mi espada fue fiel a su estirpe.
En los cerros de Sierra Morena vi arbustos de oro,
picos nevados y ciervos vírgenes. Mi galeón lucía ríos
de sangre en las amuras, su velamen encrespado voló
sobre el mar como un albatros herido. Fui Amundsen
entre los hielos de la Antártida, no había nada que
comer,
mis músculos se petrificaron como esquirlas de muerte.
Daniel Boone nunca erró su tiro, en los lagos de Canadá
los castores se suicidaban, jamás supe por qué.
Garibaldi
me dijo una vez que soñó con un país negro, con brazos
de madera que se izaban como cabrestantes en la noche.
Fui Carlota Corday con un cuchillo en la mano y Madame
Bovary ante la ventana, y Catalina la grande, sensual
y lasciva,
en San Petersburgo. Soy lo que fui, lo que ahora veis
no existe.
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