Es como sentir un ángel de paz en el sueño, sin adjetivos,
como una glicina que trepa hasta el azul con gorriones
vírgenes
en su piel, es la nomenclatura que irradia luz,
cohetes de adviento
en el pulgar donde las luciérnagas giran, es una
alquimia y un muro
abstracto sin rótulos, sin ejércitos de letras que regalen un significado
a la luna. Rezar al sol sin el perfume de la ruleta
rota, dormir con una sábana
de amor en el vientre, implorar al desnudo eje del
tiempo una flecha
o un alcázar que dé memoria a la nube de este
equinoccio que nace
en un óvulo y acaba en el sur del silencio. Mi ansia
son dos campanas
ciegas que repican inmóviles, intuyo un clamor de
plegarias en la negrura,
es la estridencia insomne de los vencejos; yo quisiera
preguntarles si
existe un cielo para los pájaros, y, si no, el porqué
de tanta alegría.
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