martes, 30 de marzo de 2021

En tus rodillas se crían águilas de espanto

Dentro del diamante tu hogar.

En un espejo y en otro y en otro
la virtud del cuerpo que halla o no halla su eclipse.

Busco un ojal invadido de almendras,
elijo el pretérito en tu labio blanco
y verde.

Me llevas al crepúsculo, a mil batallas,
a esa noche que es filamento de perdón.

Tu rostro navegó desoladas islas
y en tus velas blancas la herida perfuma
la ojera de un mar de plástico.

¿Qué seda es la tuya que no acierta en su mástil?

Calle arriba o calle abajo tu cintura ya no gime,
recuerdo tu nombre como una espiga vertical
y la humedad del eco en mi costilla
cuando el rocío me hiere.

Yo quise decir “corazón de pájaro” para que vieras mi prontitud
o mi reflejo.

A ti te gusta lo que no puedes ser,
la sangre en el perfume,
el cartílago que ama las vocales,
el paraíso donde los muslos son un refugio
o una quimera.

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