viernes, 5 de marzo de 2021

Insomnio

 Dos linternas mis ojos vacíos,
en la cal un sueño de lagartijas tímidas,
en el vidrio yaciente de húmeda nostalgia
una trasparencia de ejércitos, un licor blanco
de savias sin sol.

El silencio es una nube oscura,
oigo voces que no respiran,
crecen desde los agujeros del estaño,
susurran otros ecos
como arcaicos músicos de la noche.

Hay una luz de abril, microscópica,
miríadas de gotas brillantes
-hadas en vesania-
bailan entre los listones de las persianas dormidas,
yo rezo una historia,
mis labios deletrean enigmas
para que no se asuste el mundo de los átomos
que llega sin voz hasta la epidermis desnuda.

Venís a mí, ríos sin patria,
las palabras fósiles son moldeadas por el agua
que tendida en el cristal
escribe epístolas sobre la piel de sílice.

Seda y lienzo, sábanas como pliegues de un mapamundi,
heroínas y submarinos, islas invertebradas,
los paisajes dorados y las sumas
como una reiteración que corrompe la virtud del sueño,
su salmodia gris.

Horas y más horas en el acuario de esta habitación
donde nadan las atmósferas muertas,
el globo de luz que es un naufragio,
una canción oscura del pasado.

Dicen que el tiempo es un sin fin
de margaritas en un erial
que riegas absurdamente con polvo y tiniebla
hasta la consecuencia simple del adiós.

Todas mis noches me abro al silencio,
con un corazón envejecido
y una sed de sentirme primavera.

En la más profunda raíz del invierno
escuchola escarcha sin hablar, soy seducción de mí
al volver a mi sombra para recordarle su promesa de novia,
su huella en el laberinto
que somos ella y yo
desde el semen primero,
desde que el amor de la luz nos parió en el día.

No duermo, pero vivo,
es una oportunidad la vigilia,
laten el verbo y la luciérnaga,
imágenes en un calidoscopio que me enseña constelaciones,
cómo dormir si todo lo que he vivido regresa,
me acuna y sonríe
sobre el iris de mi pupila, atónita.


























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