Hay un precipicio de brumas, un humedal frío que llora.
Y en el núcleo del día un látigo fluorescente de candelas.
El oro y el rayo ágil del resplandor, la cósmica
ambivalencia del oxígeno, el helio que cae con rizos
de dama, la sed del fotón que estalla en claridad,
ola nueva o espejismo. El nácar en tu seno
como un misil de perfumes alados, miríadas
de arterias blancas en una cabellera que fulge.
Y un oasis en la nieve, temblor albino del misterio.
Y yo que al ver tu huella escarbo en la luz solo
para que reviva en mí, por un momento, tu noche.
Y en el núcleo del día un látigo fluorescente de candelas.
El oro y el rayo ágil del resplandor, la cósmica
ambivalencia del oxígeno, el helio que cae con rizos
de dama, la sed del fotón que estalla en claridad,
ola nueva o espejismo. El nácar en tu seno
como un misil de perfumes alados, miríadas
de arterias blancas en una cabellera que fulge.
Y un oasis en la nieve, temblor albino del misterio.
Y yo que al ver tu huella escarbo en la luz solo
para que reviva en mí, por un momento, tu noche.
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