La mujer anónima
mira el cartel de la marquesina,
temporada de rebajas,
la primavera en sueños.
Los autobuses son rojos,
como bañados en sangre,
bufan entre el óxido y las bocinas,
leones con números en los párpados
y un destino de suburbio.
El joven deja su sitio con la languidez del disimulo,
se avergüenza de su sensibilidad,
mariposa en el cristal
su cuerpo de ángel.
Móviles infantiles y mundos en los ojos,
soy yo quien habla conmigo
porque nadie habla cuando mueren los semáforos.
Yo sé que los inquilinos esperan un mensaje,
una dirección,
un acento,
la voz metálica del bus
es una canción de cuna,
invencible como un edén.
Me bajo con dos palomas ciegas,
piso el asfalto,
he vuelto al cartel
donde se anuncia la última temporada de los sueños.
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