La chica pelirroja no me hace ningún caso,
todavía me despierto con sus ojos de pantera
en mis ojos. Es una ciudad de agua, por eso
llora al atardecer cuando un resquicio de sol
la posee. Conocí la isla: tropical, ocre, dulce
como una madre. El amor es un relámpago que hiere,
nos vimos en un lugar que, después, fue el futuro.
Ya comienza a decaer el día, se vislumbra
en la enramada el cuerpo del pájaro que trina.
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