Cuando las aguas se aquietan muere la luz.
La piel brilla si me hablas a solas, hay un nimbo
que bordea tu perfil del que nacen pájaros blancos.
Éramos la contradicción entre la penumbra y el fulgor,
la armonía de los cuerpos que bailan el silencio
de la música, el resplandor en los bolsillos, como si el sol
fuera la propiedad privada que iluminase dos sombras.
Y las confidencias que son pensamiento florecido,
los ojos donde vive el cíngulo de tu ansia, muñeca frágil
que danza en mi iris, el abrazo doble de los amantes
como un telar que dibuja paraísos de agua y luz,
de nieve cálida y fuego en las manos. El deseo
es un grito común que se derrama en olas de espuma
sobre un lecho de nubes. Así lo recordarás, cuando el ángel
de la muerte te llame, y solo sea un despojo tu memoria.
Triste y melancólico.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Amapola, por dejar tu comentario. Besos.
ResponderEliminar