Llueve otra vez. Lo sé porque tu piel está triste.
En mi espejo te izas, sostenida por dos alas,
como aquella Victoria que alguien encontró en una isla del Egeo.
Desnuda y húmeda, llueve dentro de ti. Cuando miro tus ojos
descubro un mar, te veo espolón de Argo, Helena vencida,
trirreme, regresando triunfal, después de Troya, en el barco de Ulises.
Cae la lluvia sobre un hexámetro perdido. Déjame entrar en tu isla de Lesbos,
una vez más, aunque sirena de amor me atraigas con tu canto,
para, así morir, de tu deseo.
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