Un haz de decadencia ilumina su vientre.
Puertas de cristal pálido que baten
- el níquel sucio-
como olas de aire en un túnel perdido.
Quiero anunciarme
al rostro anacrónico de una voz melosa
con la interrogación del desamparo
en las comisuras tímidas.
La escalera y su tapiz,
ya sin dibujo,
la araña melancólica de luz amarilla,
el olor a historia vencida, a humedad acre,
la correcta distinción de las paredes,
ascensores que chirrían
igual que viejos juguetes oxidados.
Y un pasillo que quisiera abrirse al presente
pero no consigue despejar la urdimbre
de su fiel opacidad.
Hace frío en la habitación abuhardillada,
el camastro quiere cantar el soliloquio de la herida,
un espejo voraz vislumbra
mi cuerpo enmohecido.
Hotel sin alma que vuelve del pasado
como una bruja que ríe.
Te olvidé y te olvido en mi recuerdo
que huye de ti y de tu noche entretejida de susurros azules.
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